sábado, 11 de junio de 2011

Maestro y médico del amor

Llegaste en un eclipse lunar,
y entraste en la habitación principal
de mi existir
y mi amor en agonía,
con voz apacible
y mirada serena.
Tu templanza aplaco la chispa
hasta entonces eterna
de mi amargura,
y me preparaste
para experimentar alegría
en medio de mi desventura.
Maestro de esperanza incansable,
de sensatos pensamientos
y emociones estables,
me enseñaste que el dolor
me da fortaleza
para ganar batallas
de muertes anunciadas.
Me llevaste de la mano
en este hermoso aprendizaje,
me graduaste en el conocimiento
del amor verdadero,
el que rompe cadenas,
las impuestas por la marea,
y las internas.
Abriste mi corazón,
sanaste mis heridas
y te diste a mí
como parte de tu designio.
Preparaste tus labios
para endulzar los míos,
y apresuraste tu sentido del tacto
para que nuestros cuerpos
disfrutaran su contacto.
Sabiéndome amada,
con tu mirada apacible
y tu voz serena
me dijiste adiós
saliendo de mi habitación
una mañana de brillante sol.
Mi mejor maestro
y médico en el amor.

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