domingo, 12 de junio de 2011

Sobreviviente del suicidio

Llegó a tus playas como un tsunami aquella tarde de verano.
El desastre planeó penetrar con furia y hambre de muerte sobre ti.
La marea encontró tus arenas preparadas,
escogió el tiempo justo porque sabía que tu alma estaba angustiada,
te creyó victima segura por que descubrió congoja en tu espíritu de niño.

La muerte convocó a sus ejércitos, tu costa se tiñó de negro y ceniza,
una legión de dioses malignos atacó tu presente sufrido.
no estabas armado ni entrenado para la batalla,
no tenías centinelas ni escoltas contigo, que fueran aguerridos.

El titán los acercaba a ti, tan a prisa que solo te logró aturdir,
no tuviste tiempo para preparar defensiva o huir.
Soldados al mando de la fatalidad habían embestido tu mente,
su ofensiva fue tan fuerte que también logro penetrar lo insondable de tu corazón.

La guerra casi había terminado, estabas atado de pies y manos,
con heridas profundas en el alma y el cuerpo.
Tu mundo interior estaba devastado, tu corazón agonizaba su condena.
Las fuerzas y la voluntad habían escapado de tu lado,
el amor que sentías por ti mismo, ellos lo habían secuestrado.
el sentido de tu vida te había traicionado y ahora pertenecía a su bando.
Te declaraste derrotado, el tsunami te había destrozado.

Dispuesto a morir entregaste tu existencia a la nada,
pidiendo que tu sepulcro fueran aquellas mismas aguas.
Emprendiendo la marcha a un viaje sin regreso, fuiste devuelto por ángeles.
Hermosos querubines atraparon tu último suspiro y lo enlazaron a sus alas.
rompieron tus ataduras y trataron tus heridas con ternura de cielo,
limpiaron tu espacio y el sol lo hizo brillar con sus rayos.

Jóvenes médicos alados operaron un milagro en tu corazón,
psicólogos de la divinidad persuadieron a tu fuerza y tu voluntad y ellas regresaron a tu lado.
Llegaron hasta donde estaba tu amor propio y lo salvaron, entregándolo en tus manos.
Hablaron al sentido de tu vida y éste llegó arrepentido pidiendo tu perdón.

Niños celestiales se quedaron junto a ti mientras ocurría el prodigio,
susurrándote al oído que tu playa ahora era más hermosa y que podías disfrutarla.
Regresando de tu íntimo y solitario letargo, abriste los ojos,
extendiste tu mirada al alrededor y supiste que los ángeles eran reales.
Salió del agua, la visión que todo ser viviente espera llegue alguna vez,
Te extendió sus manos y te ayudo a levantar, te beso la frente y te dijo: “ANDA”
porque has sobrevivido al suicidio, guerrero valiente, ahora puedes avanzar.


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